Parque Central Cd. Juárez

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Agosto de Muerte


Esta mañana se publicaron las terribles estadísticas: Agosto del 2010 ha roto todos los records en términos de asesinatos: 336. O sea, más de 10 muertes diarias elevando el promedio anual a 8 asesinatos diarios. Pero entre esos números está un amigo querido y el hijo de otra querida persona. También están incluidas personas que fueron secuestradas por dinero, otros que no pagaron la cuota y otros víctimas de venganzas. Entre esa cifra se encuentra la muerte de Ana Karen Santana de 15 años que fue violada y asesinada porque fue testigo de una ejecución. También se encuentran las muertes de policías municipales, estatales y federales y de algunos de sus familiares. Se incluye el también record de 40 mujeres asesinadas, así como de algunos niños y hasta ancianos. La ciudad se sigue tiñendo de sangre y probablemente todos estamos muy aturdidos por tanta violencia.

Desde Febrero de este año no había escrito nada sobre el tema del crimen y la violencia. A la vez, me doy cuenta que antes recibía múltiples correos de amigos y conocidos con comentarios, noticias y artículos pero ahora parece que esas voces de conciencia social se han acallado. Algunos simplemente ya no dicen nada porque ya no están aquí, ya se fueron a vivir a otro lado. Otros ya no saben que decir, y probablemente, la gran mayoría se han cansado y ya han perdido la esperanza que sus comentarios sirvan de algo. Pero no podemos dejar de clamar y luchar por nuestra ciudad. ¡Estas cifras deben afectarnos!

Tenemos que seguir alzando la voz y declarando que no aceptamos todas esas muertes. Que nos duelen cada una de ellas y que no sería aceptable aunque fueran 200 o 100 ni siquiera 20 o 10. Tenemos que seguir repudiando la masacre y el derramamiento de sangre en nuestras calles. No podemos leer cifras como estas e insensiblemente solo tomar nota de ello. Si Dios toma en cuenta la vida de cada ser humano, nosotros debemos valorarla con gran estima también.

Este mes me di cuenta personalmente de este terrible efecto de la violencia. Vi las fotografías de los cuerpos de personas amadas y conocidas tal y como fueron encontrados tirados en la calle. Esas imágenes eran muy similares a las que se ven a diario en los periódicos de nuestra ciudad. Me di cuenta que si no hubiera sabido quienes eran, hubiera menospreciado las noticias del descubrimiento de sus cuerpos pensado que eran simplemente victimas del pleito entre los sicarios. También tuve la penosa necesidad de ir a la oficina de identificación de cuerpos en la Subprocuraduría a buscar el cuerpo de mi amigo. Lo encontramos allí, pero me vi rodeado de mucha gente, de padres, madres, esposas, hijos, hermanos, abuelos y amigos que buscaban a sus amados desaparecidos. Vi sus lágrimas y su dolor cuando los reconocieron por medio de fotografías en una computadora. Hasta entonces me di cuenta que habían dejado de dolerme las muertes violentas de toda esa gente. La violencia extrema me estaba cauterizado el corazón.

Esas cifras representan para alguien un dolor inmenso por la pérdida violenta de un ser querido. Esos números representan personas que fueron creados a la imagen de Dios y que tenían un alma que creemos existirá para siempre. Esas cifras no son estadísticas, son individuos con voces, gustos, talentos, sentimientos y sonrisas. Seres que para otros representaban lo más amado y que serán extrañados por el resto de sus vidas. Esas cifras son personas como tú y yo que perdieron la vida por causa de la injusticia de un crimen. Esas cifras son el número de instancias en que alguien se atrevió a quebrantar no solo la ley sino principalmente el mandamiento divino que dice “No Matarás”.

No puede haber un cambio fundamental en nuestra ciudad sin una valoración absoluta por la sociedad de la dignidad de la vida humana tal y como lo ha establecido Dios nuestro creador. Por lo tanto, ¿qué debemos hacer ante esta interminable ola de asesinatos? Necesitamos seguir sintiéndonos agraviados por tanto crimen y tanta sangre, y que indignándonos todos sigamos clamando por que se haga justicia en nuestra ciudad. Necesitamos buscar que estas cifras desquebrajen la callosidad de nuestro corazón y que con lágrimas le roguemos a Dios que tenga misericordia de nuestra sufrida ciudad.

Salmo 9:12 Porque el que pide cuentas de la sangre derramada, se acuerda de ellos; no olvida el clamor de los afligidos.

martes, 2 de febrero de 2010

¿Qué le decimos a una Ciudad en Duelo?

Con motivo de la terrible masacre del sábado 30 de enero del 2010.

¿Qué podemos decirles a las familias que este pasado fin de semana perdieron a sus seres queridos? ¿Qué les decimos a las madres que recibieron los cuerpos de sus hijos asesinados cobardemente por un grupo de hombres sanguinarios? ¿Qué le decimos a una ciudad estremecida por el nivel de brutalidad y salvajismo demostrado en este suceso tan deplorable y doloroso? Nadie tiene palabras que puedan ayudar o que puedan explicar esta locura. Solo atinamos a decir que esto no debería estar sucediendo. Que nos duele a todos, que nos duele mucho y que deseamos que esto se acabe.

Pero algo debemos decir, pues quedarse callados ante este terrible mal tampoco es aceptable. A las familias de estas jóvenes víctimas y de los cientos que en estos años han experimentado el quebranto de un corazón desecho por la violencia injusta les tenemos que decir que lo sentimos muchísimo y que quisiéramos poder ayudarlos en algo, pero que reconocemos que sólo Dios tiene la capacidad de consolar ese dolor tan extremo que viven. Qué le pedimos a ese Dios, que por amor envió a su único hijo a morir por nosotros en manos de hombres brutales y sanguinarios, que se compadezca de todos los que sufren y que viven lo que él mismo ha de haber sufrido al ver a su hijo crucificado en una cruz. A ese Dios le pedimos que los sostenga, los ayude y los conforte con gracia milagrosa que solo él puede derramar sobre sus criaturas desconsoladas y desconcertadas.

Ahora, ¿qué les decimos a las autoridades que están viendo todo esta tragedia y no atinan a hacer algo sensato para ayudar a la gente? ¿Qué les decimos a los políticos que están más preocupados por su carrera política y el poder de sus partidos que de trabajar y contribuir a que esta ciudad y este País no sean destruidos irremediablemente? ¿Qué les decimos a los gobernantes que siguen afirmando que en Cd. Juárez no pasa nada y que minimizan lo que mundialmente es reconocido como una verdadera tragedia histórica? Les tenemos que decir que Dios les ha delegado autoridad en esta tierra para que sirvan a la gente como ministros de bien y que es ante él principalmente que deberán dar cuentas de su indolencia e ineptitud. Que deberán darle razón por haber maltratado a la gente en lugar de haber procurado con todo su esmero su bienestar, pues ser gobernante es primordialmente una gigantesca responsabilidad no su privilegio. Debemos anunciarles también, que han de cosechar del pueblo que han agraviado y descuidado su repudio y desprecio general. Que no deben asumir que podrán seguir desatendiendo las necesidades genuinas de toda una nación sin que haya consecuencias terribles para todos. Debemos decirles que deben responder y resistir el mal con todas sus fuerzas, procurando que se detengan a los culpables y se establezca de nuevo la justicia en esta ciudad, pues para eso han sido designados como autoridades.

Y, ¿qué les decimos a los asesinos? ¿Qué les decimos a toda esa gente que anda por nuestras calles con sus armas haciendo el mal y, en una arrogancia suprema, creyéndose con el derecho de quitarle la vida a otro ser humano? ¿Qué les decimos a esos jóvenes que han abandonado todo valor moral y que por lealtad a una pandilla están dispuestos a convertirse con total desenfreno en asesinos inhumanos? ¿Qué les decimos a los jefes de las organizaciones criminales que combaten contra otros por la ambición de encumbrarse como dueños de esta ciudad? A ellos les debemos decir que Dios no puede ser engañado, que todo lo que el hombre siembre eso también cosechará. Que hay una ley que dice que el que vive por las armas, por ellas mismas ha de caer. Les decimos que no en vano Dios ha dicho “No Matarás” y que él como nuestro creador ha de reclamar la sangre derramada de aquellos que fueron creados a su imagen y semejanza. Pero también, debemos decirles que deben arrepentirse y abandonar ese camino de muerte, pues ellos también fueron hechos a imagen y semejanza de Dios. Que no son animales y que, aunque esté endurecida por el mal, tienen un alma que es eterna. Que Cristo murió para darles la oportunidad de que en arrepentimiento por sus pecados se vuelvan a Dios. Así que los llamamos y los exhortamos con todo nuestro corazón a que dejen sus armas y caigan de rodillas ante Dios todopoderoso que ha visto todas sus acciones y que ha de juzgarlos por ellas; pero también que mientras tengan vida él está dispuesto a escuchar a aquel que con un corazón quebrantado y arrepentido clame a él por su salvación.

Y por último, ¿qué les decimos, a nuestros hijos que nos preguntan por qué pasa esto en nuestra ciudad? ¿Cómo les explicamos este género de maldad? ¿Cómo les damos algo de esperanza de que esto va a cambiar algún día? A final de cuentas, ¿qué le decimos a todos los Juarenses que pasmados atestiguamos el continuo deterioro de nuestra comunidad? ¿Qué nos decimos a nosotros mismos que no alcanzamos a comprender lo que sucede y que nos sentimos aún sin palabras para nosotros mismos? Debemos decirnos que Dios nos dice que en él siempre hay vida y esperanza (Salmo 130). Que ya es tiempo de que todos volvamos nuestros ojos al que ha transformado no ciudades ni países enteros, sino a la historia de la humanidad con las sencillas buenas nuevas de que Jesús ha venido precisamente para salvar al mundo de toda esta maldad. Que si hemos cosechado un mal terrible por nuestro abandono de sus mandatos, podemos ahora sembrar todo lo contrario y, que si no desistimos, a su tiempo cosecharemos para bien. Debemos decirnos que el gran mal solo se puede enfrentar con el gran bien. Y que él es nuestro gran bien por lo cual es digno de que depositemos en él toda nuestra esperanza. Por lo tanto, necesitamos decirnos que no debemos desistir, ni desfallecer en procurar el bien de nuestras familias, de nuestra ciudad y de nuestro País. Que si renunciamos a nuestra responsabilidad de responder a este mal, estaremos condenando el futuro de nuestros hijos. Este gran mal debe llevarnos ahora más que nunca a decirnos: “no te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien” (Rom 12:21).

viernes, 29 de enero de 2010

La Puerta Trasera

Quisiera compartir con ustedes este excelente editorial de Sergio Madero Villanueva que apareció en la Sección de Opinión del Diario de Juárez el domingo 3 de enero del 2010

En esta época del año mucha gente aprovecha para pasar unos días fuera de casa, aunque este año ha sido particularmente difícil para la economía de prácticamente todas las familias y muchos tienen que buscar la manera de acomodar los planes al presupuesto o hacer un buen plan para pasarla en casa.
Alguien me comentó que había encontrado una manera de satisfacer las expectativas de su familia sin afectar gravemente su cartera. Sus hijos quieren conocer un parque de diversiones cuyo precio ciertamente está fuera del alcance de la inmensa mayoría, un día de visita para una familia de cuatro personas requiere invertir cerca de trescientos dólares tan sólo en boletos de entrada.
Este amigo me dijo que había conocido a una persona que le dio el teléfono de otra quien al parecer trabaja en el parque y la cual por la módica cantidad de cien dólares puede “arreglar” la entrada por la puerta posterior del parque. Haciendo las cosas de esa forma lograba que le cuadraran los números y podría satisfacer el deseo de sus hijos.
Le comenté a mi amigo que no me gustaba el mensaje que le estaría mandando a sus hijos en caso de entrar al parque de esa manera, les estaría demostrando que en nuestra sociedad hay forma de hacer las cosas “por la puerta de atrás”, sacando ventaja sobre los demás. No sólo se trata de burlar a los dueños del parque que no reciben el precio fijado por el ingreso, sino que ya una vez adentro resulta que el que ingresa clandestinamente es “más listo” porque puede disfrutar de las mismas cosas sin haber tenido que cubrir el precio como los demás. Me parece que de esa forma inicia una convivencia con conductas que nos son nocivas.
No soy sociólogo (la verdad quería ser cátcher) pero me parece que los mexicanos somos proclives a ver la vida de esa forma, como que una gran cantidad de nosotros considera “las vías alternas” para satisfacer sus aspiraciones. Es así como se explica la existencia de la industria de la piratería tan activa y redituable en nuestro país. Lo peor es que la inmensa mayoría de quienes compran productos piratas considera que no están haciendo nada malo, simplemente se están dando gusto de poseer un disco, una película o una prenda que de otra forma les sería difícil adquirir.
La cuestión es que nos vamos acostumbrando a vivir con esas actividades ilegítimas, a tolerarlas e incluso a defenderlas. Hay quien justifica la venta de piratería con el argumento de la falta de empleos formales, lo cual es cierto pero un mal no se remedia con otro mal. Además el vendedor del semáforo es tan sólo el “punto de venta” de una red de complicidades que forma una “gran empresa” que le deja a unos cuantos ganancias exorbitantes.
El caso es que si le enseñamos a nuestros hijos que existe una “puerta de atrás” para acceder a cosas mejores sin tener que cubrir los requisitos estamos incrementando y eternizando nuestros problemas de sociedad insegura.
Es esa convivencia con la ilegalidad la que nos ha llevado a la situación que afrontamos. Hace unos días El Diario reprodujo una nota de James C. McKinley Jr. y Marc Lacey en la que se habla de cómo el dinero proveniente de actividades ilícitas inunda nuestra frontera.
Me llamó la atención cuando señala: “En México, el dinero es relativamente fácil de lavar… los cárteles de drogas siguen adquiriendo propiedades, negocios, automóviles, joyería y otros lujos en efectivo sin que se levante ningún reporte de actividad sospechosa para dirigirlo al Gobierno”. Quienes hemos vivido en la frontera conocemos de estas cosas.
Mi papá me dice que en sus tiempos los que se decidían por traficar renunciaban a una vida normal y se tenían que ir “pa’l monte” de donde si acaso bajaban un par de veces al año, siempre por las noches, para ver a su mamá y traerle algo de dinero.
La cosa empezó a cambiar a partir de los ochentas cuando se hizo común que se pasearán como sin nada en sus carros último modelo con vidrios polarizados. Luego llegaron a comprar o construir residencias por las que pagaban mucho más de su valor real, se metieron a comer y tomar en los mejores lugares donde pagaban las cuentas siempre en efectivo, sin revisar y dejaban cuantiosas propinas. Y su dinero fue siempre bien aceptado.
Nos acostumbramos a vivir ese tipo de relaciones. Los joyeros no ponían objeción cuando les llevaban cachas de pistola para que las bañaran de oro y les incrustaran piedras preciosas, simplemente cobraban más por su trabajo porque además sabían que no habría objeción en pagarlo.
McKinley y Lacey refieren: “Los cárteles también lavan dinero mediante empresas aparentemente inocentes, como un car wash en Guadalajara…”, ciertamente tuvimos noticia o sospecha de que muchos de los nuevos negocios, restaurantes y antros eran propiedad de estos nuevos “señores de negocios” pero se permitió su apertura y operación e iniciamos a frecuentarlos. Incluso los grandes señores de los negocios tradicionales hicieron tratos con ellos para surtirles la cerveza y los licores.
Hace tiempo mi amigo Armando me envío un mensaje que narraba lo ocurrido en un pequeño pueblo de Estados Unidos. En una tienda de conveniencia propiedad de unos musulmanes un surtidor de cerveza llegó a dejar su mercancía, mientras le recibían los papeles en la televisión retransmitían las escenas del atentado contra las torres gemelas. El repartidor hizo un comentario sobre lo horrible del hecho a lo que uno de los musulmanes respondió que los americanos se lo habían buscado por su política imperialista. Eso originó una discusión entre el cervecero y los tenderos que terminó cuando el primero decidió retirarse llevándose el producto que debía surtir.
En su camino de salida se encontró con el repartidor de refrescos a quien le comentó lo acontecido y quién también decidió retirarse sin entregar el producto, no sin antes dejar en claro a los tenderos el por qué de su decisión. El repartidor de cerveza llamó a su jefe y le explicó lo ocurrido, el patrón lo apoyó y llamó a los tenderos para avisarles que su cuenta con la empresa cervecera quedaba cerrada. Luego habló con sus amigos de otros negocios que también le vendían a esa tienda.
En pocos días todos los proveedores habían roto relaciones con esos tenderos a quienes no les quedó otro remedio más que cerrar la tienda e irse del pueblo.
No me voy a poner a hablar sobre la política, el racismo o el nacionalismo de los gringos, ni tampoco sobre la forma en que los musulmanes ven la vida porque no entiendo nada de eso. Lo que quiero dejar es cómo la decisión de una sola persona, el repartidor de cerveza, pudo sacar de un pueblo a personas que consideraban no deseables para el mismo.
Como no todos somos repartidores de cerveza tenemos que buscar la forma en la que sí podemos incidir para que nuestra sociedad mejore. Me parece que la inicial es la de inculcar en nuestros hijos los valores correctos y no enseñarles a entrar por la puerta de atrás. Para ello puede serle de utilidad el folleto “Familia Valiosas” que hace tiempo editó la Secretaría de la Función Pública y es una guía para construir un código de conducta al interior de cada familia. Se lo envío en su versión electrónica si es tan amable de mandarme un mensaje a yhablandode@gmail.com, y le pido que al recibirlo lo comparta para extender sus beneficios.
No me resta sino agradecerle por su amabilidad de prestarme atención en este año que inicia y la oportunidad que me da El Diario de seguir en contacto como lo estuvimos en los cincuenta y dos domingos del 2009. Mis sinceros deseos de que el año que inicia sea el mejor de su vida y de que nos reunamos en una próxima ocasión para encontrarnos hablando de…